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La luna apenas aparecía
escondida entre los edificios
de los laberínticos callejones
donde las cascadas
del pesado aire
y
las nubes de la humedad
daban cobijo
a los charcos que solo reflejaban
las luces naranjas
de las farolas.
No había llovido:
algún borracho habría orinado,
o las botellas rotas,
quizás el barrendero regó.
La única plata
era el papel de aluminio
de algún fumador
de base o de caballo
y
a lo lejos el rumor del tecno,
otro estúpido que no se atreve a morir...
Si es que alguna vez se fueron,
vuelven esos viejos malos tiempos.
Creo que nunca he salido de la crisis,
mi ciudad no quiere dormir,
teme que si cierra los ojos,
esclava, de sobredosis,
morirá.
¿Olor a mar?
Las gaviotas vienen orgullosas
a cazar palomas, ratas y gatos,
olor a amor, vamos al bar de la Barceloneta
allí al fin nos emborracharemos.
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